Clásico
es el enfoque dual de cualquier problema, el abordaje sintomatológico frente al
etiológico. Quizás las Urgencias por su especial modelo de provisión de
servicios este volcado en el primero, pero esto no debiera impregnar la
estrategia de su desarrollo.
Frente
a la VULNERABILIDAD EN URGENCIAS, las presencia de pacientes frágiles,
indefensos, desde SAECC llevamos desde el año 2010 propugnado la inclusión de
un sistema de clasificación de pacientes sensible a esta realidad tan frecuente
en una población marcada por un franco envejecimiento y que requiere de una
asistencia sensible no solo a su clínica sino a su dependencia (HEVULUR de la que hablaremos en nuestra próxima entrada). Esta
clasificación debe contar con la necesaria sensibilidad para reconocer y
diferenciar niveles desde donde ajustar las capacidades de respuesta a las
necesidades de la persona. Esta, en esencia, es nuestra propuesta.
Un
abordaje sintomático se orienta a identificar al paciente, algo sin duda
necesario, pero ¿qué más se oferta?, ¿contamos con circuitos diferenciados o
condicionados por su dependencia y vulnerabilidad? Desde SAECC insistimos en que no estriba en
la caracterización y etiquetado el factor clave de éxito, sino en las
respuestas orientadas y focalizadas que demos a las necesidades diferenciadas
que se asocian. La identificación del paciente como dependiente o vulnerable sin
oferta diferenciada de servicio ¿tiene algún sentido? Si tenemos problemas para
gestionar la población dependiente que a nosotros llega, su identificación
masiva y sin oferta diferenciada de provisión de servicios no puede conducir
más que a un “documentado” fracaso que certificaría desde el inicio nuestra propia
incapacidad.
Esta
es la diferencia entre un acercamiento centrado en la persona, a la que se
identifica y se oferta una atención diferenciada dentro de nuestras capacidades
organizativas (circuitos normalizados que van más allá del motivo de consulta),
y entre la aproximación estacional a un problema recurrente al que nuestro
bendito clima mediterráneo termina poniendo solución allá cuando florece el
azahar.
El
origen del problema no está en la población o la crudeza del invierno, sino la
orientación de un modelo imperante de práctica clínica en nuestras Urgencias donde
la atención a lo agudo -y ojo hay que reconocer que en ello los resultados son
espectaculares- incapacita a estas unidades para ofertar discriminación
positiva a una población que la necesita, y que visita muy frecuentemente nuestros
servicios.