Con precisión
estacional nuestro Sistema Sanitario Público trata de gestionar un problema
crónico con enorme repercusión clínica, social y mediática. Y en este intento
se hace aún más visible que la capacidad de resolución demostrada por nuestros
actuales modelos de práctica clínica frente a los procesos crónicos es
manifiestamente mejorable, cuando no decepcionante.
Y eso que el
marrajo es sobradamente conocido y se le ve venir. Cuando nos enfrentamos a la
“saturación de los Servicios de Urgencias” nos encontramos ante una realidad
tan absolutamente predecible que todo lo que se desencadena, más que noticias
de actualidad parecen un “Deja Vu”.
Y para ello no
tenemos por qué acudir al reciente estudio presentado por la Defensora del Pueblo, ni a los informes que anualmente su homólogo realiza en
nuestra comunidad autónoma. Simplemente podríamos retrotraernos a pretéritas
iniciativas finiseculares que se referencian con pertinacia.
Tal vez la más conocida sea el Informe del Defensor del Pueblo de 1989, donde se analizaba la problemática de la relación de la Ciudadanía con los Poderes Públicos en todos sus aspectos, y donde la Salud y específicamente la provisión de servicios en Urgencias tenían un espacio nada desdeñable. Sin tratar de citar textualmente, en el informe se señalaban aspectos determinantes de abordaje inmediato: el papel de la Atención Primaria, y en general la mejora en la accesibilidad a los Servicios de Salud, la Educación Sanitaria, la dotación de recursos y su distribución basada en una gestión proactiva, la coordinación interprofesional, el abordaje de las personas con necesidades especiales, la humanización de la atención y, en general, todos los aspectos que desde esa época se han convertido en constantes –o por desgracia tópicos- en cualquier informe al respecto.
No podemos pasar por alto que el informe del Defensor de Pueblo Andaluz de 2012 ya relata las terribles carencias relacionadas con la atención a pacientes paliativos en los Servicios de Urgencia, y señala el fracaso a la hora de garantizar una atención integral a estos pacientes.
Tal vez la más conocida sea el Informe del Defensor del Pueblo de 1989, donde se analizaba la problemática de la relación de la Ciudadanía con los Poderes Públicos en todos sus aspectos, y donde la Salud y específicamente la provisión de servicios en Urgencias tenían un espacio nada desdeñable. Sin tratar de citar textualmente, en el informe se señalaban aspectos determinantes de abordaje inmediato: el papel de la Atención Primaria, y en general la mejora en la accesibilidad a los Servicios de Salud, la Educación Sanitaria, la dotación de recursos y su distribución basada en una gestión proactiva, la coordinación interprofesional, el abordaje de las personas con necesidades especiales, la humanización de la atención y, en general, todos los aspectos que desde esa época se han convertido en constantes –o por desgracia tópicos- en cualquier informe al respecto.
No podemos pasar por alto que el informe del Defensor de Pueblo Andaluz de 2012 ya relata las terribles carencias relacionadas con la atención a pacientes paliativos en los Servicios de Urgencia, y señala el fracaso a la hora de garantizar una atención integral a estos pacientes.
Y así nos vemos,
inmersos en un modelo de práctica orientado hacia lo agudo, lo incidental o
intermitente, donde la integralidad y la continuidad no se considera un valor
trascendente y donde las necesidades del paciente, su dependencia o fragilidad
quedan sepultados bajo estrategias diagnósticas y terapéuticas muy discutibles que
con frecuencia deberían priorizarse en un segundo plano.
Pero si los
problemas son conocidos, no lo son menos las repetitivas respuestas cortoplacistas
puestas en marcha hasta ahora. Sólo desde una
nueva óptica en la que todos los actores participen paritariamente y donde las
ideas se valoren por lo que aporten y no por quien las presente, permitirá caminar
con audacia en una senda innovadora, para que los informes de 1989 sean un
espejo con el que compararse y no una realidad que soportar.
Lo que la
realidad está planteando, lo que la Ciudadanía está pidiendo y necesitando es
un cambio de modelo de práctica clínica en urgencias que eleve el valor añadido
de la asistencia en estos escenarios, module proactivamente sus circuitos de
atención, incremente su sensibilidad hacia las personas con procesos crónicos, hacia
los frágiles y vulnerables, y que, en general, amplíe o “gradúe” la visión de
estas áreas de provisión asistencial para que aborden los problemas que
crónicamente subyacen y que agudamente aún hoy abordamos de la misma manera y
con la misma ineficiencia desde el fin del siglo pasado.
Puedes leer el texto completo en nuestra web www.saecc.net
Luis Torres Pérez
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Luis Torres Pérez